Por Redacción TNE
The Fogo Island Inn ofrece hospedaje de lujo envuelto en una propuesta inspirada en tradiciones pesqueras.
En medio de la nada, en una isla recóndita del país de la hoja de maple se ubica un proyecto hotelero que además se considera una joya arquitectónica moderna: The Fogo Island.
Fogo, perteneciente a Terranova, Canadá, era una isla de pescadores que desde finales de los años 90 comenzó un declive por una baja en este sector. Con apoyo de la Fundación Shorefast se buscaron nuevos modelos sociales y económicos debido al gran potencial artístico que se encontró, así con ayuda de la Fogo Island Arts, residencia de los artistas que acuden a este lugar remoto para inspirarse surgió la idea de crear un hotel para atraer a los viajeros más aventureros.
Sobre la roca, junto al Atlántico, como si fuera una aparición, se ubica el hotel de lujo que ofrece silencio, soledad y toda la inmensidad del ecosistema que lo rodea, el escenario perfecto para desconectarse del mundo, inspirarse o reencontrarse con uno mismo.
Zita Cobb, empresaria que impulsó el proyecto, explica que la idea no era simplemente tener un hotel junto al mar, sino un espacio que fortaleciera la cultura local, por lo que artesanos y vecinos de Fogo trabajaron junto a los arquitectos y diseñadores internacionales para crear cada espacio que se tiene, además todo lo que está en su interior se ha fabricado a mano y con materiales de la zona buscando representar a detalle la identidad del lugar.
Esa combinación de tradición y modernidad es lo que está atrayendo a los visitantes. El alojamiento cuenta sólo con 29 habitaciones, pero se disponen de 200 colchas cosidas a mano para que los huéspedes puedan tener una en las diferentes zonas de descanso. Su manufactura fue completamente artesanal, hecha por las mujeres de Fogo, incluso cada pieza tiene en la etiqueta el nombre de quien la hizo.
El hotel tiene en su interior mucha madera, como las casas de los pescadores, y su arquitectura se inspiró en los palafitos tradicionales (casas sostenidas por postes de madera en medio del agua). La construcción ha tratado de ser respetuosa con el entorno por ello un equipo de biólogos trabajó en la preservación de la poca flora de la zona ya que de haber sido dañada hubiera tardado más de 100 años en volver a crecer.
Todas las habitaciones cuentan con una pared acristalada desde donde se pueden ver las ballenas que habitan en la zona, además están con chimenea y leña; en el restaurante se sirve la pesca local y platillos característicos de la cocina de la zona, todos hechos con productos orgánicos de temporada.
Como actividades recreativas se puede recorrer el pueblo, acudir a su cine o museo de arte contemporáneo, en donde muchos de los artistas que han estado ahí para inspirarse exponen sus obras.