El incremento en uso de celulares ayuda a las personas a mantenerse informadas y en contacto con sus seres queridos. Pero ¿hay adicción a los dispositivos? ¿Es necesario considerar esto como un problema de salud mental?
La forma de relacionarse de la sociedad se modificó de manera abrupta con la llegada del COVID-19. Sin duda, se generó una mayor dependencia de los celulares para mantenerse comunicados; sin embargo, esto tuvo sus consecuencias: un incremento del 40 % en la nomofobia durante la pandemia, es decir, esa necesidad ansiosa de estar conectados y disponibles 24/7 a través de los dispositivos.
De acuerdo con Statista, a comienzos de la crisis sanitaria, el uso de smartphones aumentó en un 70 %. Al menos en Canadá, particularmente en la provincia de Saskatchewan, el 40 % de los usuarios encuestados aseguraron pasar más tiempo en sus teléfonos móviles en lo que va del año, haciendo llamadas, enviando mensajes o videollamadas, según The Mobile Shop.
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“La pandemia realmente nos aisló, así que los celulares se volvieron indispensables para mantenernos cerca de nuestros seres amados”, comentó a Global News Lucas Smith, Mobile Specialist. Asimismo, estos dispositivos les ayudaron a sentirse más informados y seguros.
A pesar de lo anterior, la dependencia en las tecnologías digitales se incrementó debido a la necesidad de hacer todo desde casa. Trabajar, estudiar, leer las noticias o interactuar con otros servicios, dependía (y todavía lo es) de estar conectados. En consecuencia, el uso excesivo de los dispositivos también trae su impacto negativo.
Uno de estos problemas es la nomofobia, reflejada en la ansiedad que experimentan las personas al sentir un apego hacia sus celulares, especialmente los adolescentes y adultos jóvenes.
Esa excesiva necesidad de estar conectados depende en gran medida de las demandas implícitas; por ejemplo, ordenar y recibir pedidos de comida en casa, revisar los estados de cuenta o agendar e incluso llevar citas médicas a través de la pantalla. Todo esto demuestra una clara utilidad al usar estos dispositivos.
Por otro lado, también hay expectativas de mayor disponibilidad laboral para atender correos electrónicos o realizar videollamadas, entre otras cosas. Si bien esto es necesario en ocasiones, tampoco debería ser la norma. Sin embargo, el problema que genera mayor nomofobia es mayor uso que se les da a los celulares para revisar redes sociales.
Lo anterior deja algo claro: es importante tener claro para qué y cuánto tiempo se usan los smartphones. Una cosa es que realmente sirvan para ser productivos y gestionar actividades del día a día y otra muy distinta es que se usen para trivialidades que sí tienen más posibilidades de generar adicción, como lo son los videojuegos.
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Si bien aumentó la nomofobia durante la pandemia, es importante tener claro el contexto por el cual se da un mayor uso de los dispositivos. Esto cobra relevancia porque hay quienes aseguran que este problema debe tratarse como un riesgo de salud mental. ¿Estás de acuerdo?