El reto de hoy es determinar el rumbo de la empresa, en medio de tantas variables, prioridades y vulnerabilidades. La transformación digital trae muchas oportunidades, pero también desafíos a la hora de definir el futuro del negocio.
El Covid-19 nos ha dejado con muchas dudas en el mundo de los negocios, pero también con algunas certezas con respecto a la enorme trasformación social y empresarial que estamos viviendo.
Por ejemplo, sabemos que el entorno empresarial difícilmente será igual al de antes de la pandemia. Los consumidores han cambiado sus hábitos de consumo, sus preferencias y sus patrones de compra, junto con las limitaciones que esta crisis sanitaria conlleva.
Las PyMEs están sufriendo fuertemente debido a las restricciones sociales que se imponen a raíz del confinamiento, y a la consecuente caída en sus ventas. La pregunta por responder es evidente: ¿cuál debió ser su respuesta estratégica ante contingencias como las que estamos padeciendo?
La respuesta hoy nos parece obvia (aunque no lo fue al inicio de la pandemia): las empresas deben implementar la trasformación digital para seguir atendiendo a sus clientes.
Para lograr lo anterior es necesario que consideren diversos factores con la finalidad de sacar el mayor provecho a una inversión en términos de digitalización de sus negocios. ¿Qué se debe tomar en cuenta de cara a una “nueva normalidad”?
Antes que nada, es fundamental definir qué es una estrategia en la era digital; es un esquema de adopción de tecnología en los procesos organizacionales que tienden a volver a la empresa más ágil, eficaz y eficiente, y en ocasiones resiliente ante la volatilidad del contexto.
En otro sentido, la transformación digital se puede entender como una consecuencia evolutiva de la sociedad, a partir de los avances tecnológicos de las últimas décadas. De igual manera, es la reinvención de una empresa a través del empleo de las tecnologías exponenciales para mejorar su desempeño y servir a sus grupos de interés.

No es extraño mencionar que un acelerador de este fenómeno transformador que estamos viviendo, es el importante desarrollo de las TI y la consecuente democratización en los precios de las tecnologías que apoyan el cambio en las organizaciones.
También es cierto, como ya se mencionó, que fenómenos como la pandemia por la que estamos atravesando, son catalizadores importantes para adoptar estrategia en la era digital. Ahora bien, ¿qué se debe considerar al incursionar en la transformación digital?
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Conocer el mercado
Es importante que la empresa entienda a sus clientes y sus satisfactores o dolores en lo que respecta a la industria en donde participa. En muchos mercados, la digitalización de procesos puede ser más profunda que en otros; incluso en algunos los consumidores no están tan habituados a estos cambios, por lo que una organización puede verse en problemas al iniciar este proceso.
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Redefinir el modelo de negocios
Es probable que al analizar el modelo de negocio actual se encuentren áreas de oportunidad importantes en la definición de canales de distribución y relaciones con el cliente. Incluso, es posible que la propuesta de valor que la empresa tiene ya no sea suficiente para generar valía o disminuir los pain points del consumidor. En este caso, se deberá definir cómo modificar su propuesta con la intención de que sea atractiva y diferente para los consumidores.
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Desarrollar el talento humano
Una vez que la empresa definió en que etapas del modelo de negocio incluirá procesos digitales, y como estos mejorarán la experiencia del cliente, es necesario modificar la cultura organizacional hacia la transformación digital. La empresa debe recordar que la tecnología es solo una habilitadora, el verdadero cambio nace de las personas y por lo tanto, la organización debe invertir recursos, pero sobre todo tiempo en la capacitación de su personal.
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Diseñar la estrategia digital
En este punto, la empresa ya es capaz de definir en qué parte de su modelo de negocio utilizará herramientas digitales para mejorar la experiencia de sus clientes y grupos de interés. Es importante mencionar que no únicamente los consumidores pueden beneficiarse de una estrategia digital, también la cadena de valor se transforma. Proveedores, empleados e incluso accionistas, deben estar conscientes y ser partícipes de la evolución de la organización.
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Implementar el plan digital
Poner en práctica la estrategia digital de la empresa, es por lo general su talón de Aquiles. Generalmente, los ejecutivos son excelentes estrategas, pero pobres implementadores. La transformación digital requiere de un proceso detallado de ejecución, el cual reduzca las posibilidades de error y genere resultados a corto plazo. En un entorno tan volátil como el que estamos viviendo, los resultados a largo plazo carecen de sentido. A pesar de esta situación, no todo está perdido, hay diferentes metodologías y marcos de referencia que la empresa puede adoptar en su proceso de implementación de la estrategia digital. “SCRUM”, “Las 4 disciplinas de la ejecución” y el “modelo socioeconómico” son algunos de los frameworks que pueden ayudar en la fase de ejecución de la estrategia digital.
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Medición y ajustes al plan
Siempre, en cualquier proceso de adopción de nuevas prácticas, es necesario un análisis de los resultados obtenidos, de los KPIs alcanzados y del desempeño general del equipo. De esta forma la organización puede hacer correcciones donde sea necesario. Los directivos de la empresa no deben desesperarse si al primer intento, los resultados no son los mejores. La adopción digital es un camino evolutivo y de aprendizaje, en donde la empresa poco a poco desarrollará las competencias necesarias para afrontar los retos del entorno.

En conclusión, la transformación digital es una innovación al modelo de negocio en el cual la empresa, a partir de un análisis de sus fortalezas y consumidores, incluye herramientas tecnológicas para mejorar la experiencia de sus clientes y los procesos mediante los cuales crea y entrega productos o servicios que solucionan algún dolor o necesidad de su mercado.
Lo importante siempre son las personas, así como aceptar la idea de que el entorno evoluciona rápidamente, por lo que la empresa debe aprender a cambiar con el mismo ritmo.
