La IA promete revolucionar la manera de mitigar los efectos del calentamiento global. Sin embargo, las compañías tecnológicas requieren asumir un mayor compromiso para que los resultados se vean en el corto y mediano plazo.
La actividad industrial del ser humano está modificando el clima de forma impredecible e irreversible. Incluso Naciones Unidas ha declarado un “Código Rojo” para la humanidad, donde las emisiones de gases y la deforestación ponen en riesgo la vida de miles de millones de personas, aunque científicos están conscientes de que se puede evitar una catástrofe si se actúa a tiempo. Así, la inteligencia artificial (IA) surge para combatir el cambio climático y aminorar sus efectos.
Desde 1970 a la fecha, la temperatura de la superficie terrestre se ha incrementado mucho más rápido que en otro periodo de 50 años en los últimos dos milenios. De igual manera, el aumento en el nivel del mar se ha triplicado en comparación con los primeros setenta años del siglo XX1.
Por su parte, los océanos continuarán calentándose y se volverán más ácidos, mientras los glaciares seguirán derritiéndose. Mucho de los efectos del cambio climático tendrán como consecuencia un punto de no retorno. Sin embargo, la humanidad está a tiempo de actuar de forma contundente y con la ayuda de las tecnologías exponenciales.
Por un mundo más tecnológico y verde
La inteligencia artificial cuenta con el potencial de acelerar los esfuerzos para proteger el medio ambiente desde diferentes trincheras. No solo se trata de reducir la temperatura ni las emisiones de gases de efecto invernadero, sino de atender distintos frentes a través de estrategias enfocadas.
Con la ayuda de la IA es posible reducir las emisiones de CO2 al pronosticar el suministro y la demanda de energía en la red eléctrica, así como reducir el ciclo de vida de las emisiones de combustibles fósiles mediante el mantenimiento predictivo.
La aplicación de esta tecnología en el transporte puede generar predicciones más precisas sobre el tráfico, optimizando el traslado de cargas al evaluar las mejores rutas de entrega, traduciéndose en ahorros en el consumo de gasolina y, por ende, la contaminación que se produce.
Gracias a los datos que transmiten los sensores y satélites es más fácil anticiparse a los efectos del cambio climático en los diferentes ecosistemas en los que se desenvuelven tanto los seres humanos como los animales, y la vida en general del planeta.
Por lo anterior, es factible detectar cambios en el uso de suelo, en la vegetación y los bosques, así como evaluar con mayor precisión las consecuencias de los desastres naturales. También es posible acelerar la reforestación con la localización de sitios adecuados para plantar árboles, al igual que monitorear la salud de las plantas.
De igual forma, el machine learning y la visión computacional ayudan a monitorear, identificar y eliminar especies invasivas. De la misma manera se pueden desplegar sistemas predictivos para que organizaciones que luchan contra la cacería furtiva planeen mejor sus rutas de patrullaje.
La inteligencia artificial, en su lucha contra el cambio climático, también contribuye a optimizar el volumen de recursos usados como materiales, agua y tierra.
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Por ejemplo, al aplicarse en los sistemas alimentarios, se mejora el rendimiento de los cultivos al reducir el uso de químicos y el exceso de agua mediante la agricultura de precisión, minimizando el desperdicio al prever la demanda e identificar productos en mal estado.
En el océano existen especies difíciles de proteger debido a su ubicación y a lo complicado que resulta cuidarlas. Por ello, la IA es idónea con el fin de monitorear la pesca ilegal y para implementar robots que analicen la contaminación y la temperatura, así como los niveles de pH en el mar.
Respecto al agua, la IA se usa para proyectar su uso en áreas geográficas particulares y realizar pronósticos con la intención de que se puedan tomar decisiones informadas respecto a su uso. Adicionalmente, se predice el clima, así como las condiciones del suelo y subsuelo, lo que facilita anticiparse a sequías.
Algo que sin duda impacta en la vida de las personas es la calidad del aire, por tal motivo los purificadores que usan la IA mejoran su eficiencia en filtración al analizar las condiciones del entorno en tiempo real. De la misma forma, se pueden llevar a cabo simulaciones para enviar advertencias a quienes viven en zonas urbanas donde son altos los niveles de contaminación.
Con la analítica predictiva y el apoyo de drones, sensores, entre otras herramientas, se pueden monitorear temblores, inundaciones, cambios en el nivel del mar, además de otros riesgos naturales. De esta manera, la tecnología se convierte en una aliada para que gobiernos u otros organismos tomen cartas en el asunto de forma oportuna, antes de que, un huracán de categoría 5, por ejemplo, ponga en jaque la vida de miles de personas en determinada región.
¿Una contradicción tecnológica?
A pesar de la promesa que representa la inteligencia artificial en la lucha contra el cambio climático, uno de los problemas que genera controversia o preocupa hasta cierto punto, son las divisiones de gas y petróleo de grandes empresas como Google, Amazon y Microsoft que colaboran con otras como Chevron, Aramco, Shell y BP, por mencionar algunas.
Las compañías tecnológicas ofrecen servicios que comprometen el avance hacia una transición verde y sustentable. Por ejemplo, ayudan a identificar yacimientos de petróleo, automatizar la extracción para que sea eficiente. En consecuencia, las emisiones de gases de efecto invernadero no disminuirán rápidamente y este proceso solo se dará en ciertas locaciones, mas no de forma generalizada.
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Si bien la inteligencia artificial tiene el potencial de mitigar los efectos del cambio climático, también es necesario adoptar hábitos más sustentables para asegurar un estilo de vida óptima.
Referencias: 1IPCC