Evita que tu empresa entre a un círculo vicioso que le impida desarrollar buenas ideas; adopta un verdadero proceso de cambio.
Por Roberto Carlos Gómez
Ya sabemos que todo lo que suene a innovación está escrito en grandes letras doradas en la recepción de nuestras empresas. Mejor aún cuando lo ponemos en una frase como “Comprometidos con la innovación”, algo así que suene épico y se vea magnífico. Sin embargo la frase se queda ahí, muchas veces sin representar acción alguna, esto sucede porque tenemos en iguales proporciones miedo al cambio y desconocimiento de métodos que nos ayuden a hacer sistemática la innovación. Además, existe una buena cantidad de mitos que no nos ayudan a ser más proactivos en la búsqueda del cambio. Aquí te presento los tres principales:
No se puede medir
¿Qué tan radical tiene que ser una innovación para ser considerada como tal?, ¿cómo se puede medir? Hay quien divide la innovación en dos: mejora continua e innovación radical. La primera es cuando hay un cambio gradual en algo que ya existe y la segunda es un cambio dramático que tiene un gran impacto en la forma como la empresa produce, comercializa o cobra sus productos. La distinción entre uno y otro concepto no es tan visible, ya que se puede producir una innovación radical con muy poco esfuerzo y costo, y al contrario una mejora gradual puede ser muy costosa y lenta. La innovación se puede medir; para ello necesitamos primeramente definir cuáles son las métricas que nos interesan, éstas pueden ser ROI (retorno de la inversión), impacto en ventas, incremento en clientes, re-compra, número de likes en Facebook, etc. Una vez establecida esta métrica podemos decidir si la innovación existió y si fue exitosa o no.
No se puede evaluar el éxito potencial de una idea
Cuando queremos lograr una vocación de innovación tenemos que superar la etapa de la gran “capacidad creativa” del director de la empresa y empezar a recoger las ideas del resto del equipo de trabajo. Si ya has hecho alguna campaña para recolectarlas, sabrás que no es algo fácil: se solicitan las ideas, se ponen en una carpeta, alguien las lee y muy probablemente no se hace nada con ellas porque no están bien estructuradas o porque plantean el problema pero no la solución.
Algunas ideas suenan extraordinarias pero no sabes si van a tener éxito o no, por lo tanto se quedan archivadas y luego olvidadas.
Una forma de superar este círculo vicioso es evaluarlas en tres “I”: Inversión, Impacto e Inmediatez. La idea perfecta es la que tiene cero inversión, gran impacto y se implementa inmediatamente. Créeme, sí existen, sólo hay que saber buscarlas y sobre todo, hay que implementarlas de forma inminente, ya que pueden representar un caso de éxito muy rápido para la empresa. Evalúa cada idea con estos tres ejes y verás que cada vez se pueden medir mejor aquellas que surjan de tu equipo.
Mi equipo de trabajo se resiste a innovar
La oposición al cambio es natural, particularmente en empresas que tienen liderazgos fuertes y autocráticos. Para provocar que los empleados presenten sus ideas creativas de innovación, primero se tienen que bajar en forma notable las barreras hacia la autocrítica, en otras palabras que cualquiera pueda decir que el producto no sirve y cómo mejorarlo.
En muchísimas empresas esto es un enorme monstruo, porque cuando alguien se atreve a criticar los procesos o incluso al director, se le señala como un traidor que no ama a su empresa y al día siguiente vemos su escritorio vacío y su nombre vetado de toda conversación. Al superar esto, es necesario facilitar los métodos para presentar las ideas, que estén al alcance de todos y muy claras en sus métricas y expectativas. Por último, debemos presentar una forma de recompensa para que quienes quieran hacer propuestas de mejora se sientan motivados a colaborar.
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