El decimosexto presidente de Estados Unidos se labró su propio camino hasta convertirse en uno de los líderes más reconocidos del mundo. ¿Cómo lo hizo?
Por Redacción TNE
Está claro que un líder no nace, se hace; pero requiere de una voluntad férrea para cambiar y mantenerse firme en el camino. Qué mejor ejemplo podemos encontrar con uno de los presidentes de Estados Unidos que mayor reconocimiento tiene a nivel mundial; aquel que abolió la esclavitud, además de unir al país dada la polarización que existía debido a dicho tema.
Abraham Lincoln nació el 12 de febrero de 1809 en Hodgenville, Kentucky, y creció en condiciones humildes al punto en que apoyaba a su papá en la granja, pues su familia no contaba con el dinero suficiente para enviarlos a su hermana y a él a la escuela. El futuro presidente supo labrar su camino no por conexiones familiares, dinero o por estudiar en una de las universidades de la Ivy League, sino por su capacidad para desarrollar relaciones y conectar con la gente.
Su educación estuvo limitada, incluso apenas se sabía el alfabeto y no sabía leer ni escribir; sin embargo, esto último lo aprendió cuando a los 13 años tuvo la oportunidad de ir a la escuela. A su corta edad ya demostraba determinación por ser autodidacta, pues aprendió a leer por intuición y además era muy estudioso.
Ya como adulto, el éxito de Lincoln surgió gracias a su capacidad para desenvolverse con los demás a través de una buena conversación. Su inteligencia y esa hambre por alimentar su cerebro con información le permitía saber de qué hablar en el momento indicado. Así también sabía cómo expresarse adecuadamente, incluso con aquellas personas que apenas conocía. Esto sin duda le ayudaría a conectar con los demás, una cualidad esencial de un auténtico líder.
Ya en sus aspiraciones para ser presidente de los Estados Unidos, Lincoln se distinguió por ser bueno a la hora de debatir. En 1858 enfrentó al senador Stephen Douglas donde supo exponer, argumentar y persuadir a una audiencia sobre un tema sensible para la época como lo era la esclavitud.
Otra de las características por las que Abraham Lincoln fue admirado, era su apertura de dejar a los ciudadanos visitarlo en su oficina, hecho que le ayudó a generar credibilidad.
Un verdadero líder transmite un mensaje positivo a las personas, ganándose su respeto. Esto queda en evidencia en la película Lincoln (2012) de Steven Spielberg, donde el actor Daniel Day-Lewis encarna al decimosexto presidente de los Estados Unidos. En una de las escenas, su esposa Mary Todd Lincoln le dice: “Nadie es tan querido como tú por el pueblo, no malgastes ese poder”. Por ello, el originario de Kentucky siguió ese consejo al pie de la letra y trató siempre de inspirar confianza a sus ciudadanos con una actitud optimista.
Además, aceptaba la retroalimentación de los demás para mejorar. Esto significa que los comentarios constructivos deben asumirse a fin de lograr cambios positivos a nivel personal y profesional. La anterior es una lección muy valiosa para cualquier aspirante a una posición de liderazgo, porque cualquier líder debe esforzarse por ganarse la admiración, cariño y respeto de quienes se encuentran a su alrededor, ya sea la familia, un círculo de amistados o los colaboradores en una empresa.
De la vida y trayectoria de Lincoln se puede extraer la importancia de encontrar un propósito al cual entregarse en cuerpo y alma; él tuvo la determinación de abolir la esclavitud. Es vital apegarse a esa misión y no rendirse, porque de lo contrario es algo de lo que te puedes lamentar toda la vida.
Te puede interesar también: