Las nuevas generaciones han revolucionado el esquema de las empresas, algunas de éstas aún no saben aprovechar la adaptación y su forma de trabajar.
Por Roberto Carlos Gómez
“Estos millenials son unos flojos, no tienen sentido de lealtad, no se ponen la camiseta, son una generación echada a perder”, me comentaba uno de mis clientes con mucha amargura. Me decía lo difícil que es conseguir gente que quiera trabajar, y los que finalmente contrata se salen muy rápido, es un cuento de nunca acabar. Yo le dije: “¿Y si los tratas como rockstars?” Muy intrigado me preguntó: “¿Y qué es eso?” Yo le comenté que es una persona que está enamorada de su arte, no necesita nada para sentirse motivado, ya que nace desde dentro porque le gusta lo que está haciendo. Incluso en horas extras está laborando, precisamente porque no lo siente como un trabajo, sino como algo que le apasiona. Piensa que está en una misión y que sin su colaboración sabe que las cosas no van a funcionar. Le gusta brillar pero también está consciente que es parte de la “banda” y que algunas otras veces va a tocar el “solo”.
Mi cliente me miró incrédulo y me dijo: “Eso suena muy bonito, pero en mi empresa no funciona. Aquí hay puros descerebrados que no son capaces de hacer las cosas por sí mismos. Necesitan que los esté chicoteando para moverse. Qué sientan que están a punto de que los corra para que hagan las cosas que saben y deben. Si los empiezo a tratar como rockstars, se van a sentir como hijos de Zeus y voy a perder el control por completo”.
Yo estaba esperando esta respuesta, dado que es una sensación muy común en la cultura organizacional de las empresas mexicanas. Le contesté que era muy correcto su sentir sobre los empleados jóvenes del Milenio, pues tienen una forma diferente de hacer las cosas. Antes de juzgar si es mala o buena, ciertamente es distinta a la que están acostumbrados la Generación X o AfterPop (mayores de 35 años).
Definitivamente los tiempos han cambiado. Los Baby Boomers, es decir, mayores a los 50 años, difícilmente tenían más de dos o tres empleos en toda su vida. Los Generación AfterPop es muy probablemente que tendrán unos siete y los milénicos entre 10 ó 12.
Diferente no es malo, simplemente es distinto. Las empresas que dominan el mundo actualmente están repletas de millenials que están profundamente enamorados de su trabajo. Son felices y lo consideran su segundo hogar (en algunos casos hasta es su primera casa ya que desayunan, comen y cenan ahí). ¿Cómo lo están logrando? No hay una receta perfecta, pero ciertamente existen algunos ingredientes importantes: se hacen deseables para los candidatos a entrar y entienden que el reclutamiento de personal también es marketing, por lo que se preocupan por venderse como organizaciones positivas, responsables con el medio ambiente y con sus empleados, además son “buena onda”.
El liderazgo empresarial ya no es considerado un sistema dictatorial y está más enfocado a guiar a sus empleados. Tratan de encontrar la forma correcta de que éstos se sientan involucrados y participen de manera activa, en lugar de darles con un palo cuando lo hacen mal.
Provocan ambientes de trabajo agradables, con áreas de esparcimiento para relajarse, entretenerse un poco, despejar la cabeza y poder regresar más concentrados a trabajar.
Entienden que los empleados buscan flexibilidad, por lo tanto se concentran más en la productividad de cada uno y piensan menos en estar de 9:00 a 18:00 h encerrados en un cubículo. Muchas veces los colaboradores trabajan más tiempo en un formato flexible, ya que se sienten más libres y concentrados trabajando en pijamas a las 11 de la noche.
“La mejor organización del futuro es la que tenga a la mejor gente y sepa moverse hacia donde la humanidad está caminando”, le comenté. “Yo también sé evolucionar y adaptarme a los tiempos. Voy a intentar lo que me dices, Mr. Millennial”, me contestó.
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