Por Redacción TNE
Gracias a un proyecto regio, caficultores de Chiapas aprovechan un residuo para hacer un producto comercializable.
La sostenibilidad es una de las prácticas que cada vez se vuelve más común en las empresas y organizaciones, sin embargo este concepto es mucho más que ahorrar energía, reciclar o poner un letrero en la entrada que diga “empresa socialmente responsable”.
Ser verdaderamente sustentable es aprovechar algo que ya no servía o tenía uso, para darle una nueva función, producto o servicio.
Actualmente existen diferentes proyectos renovando los desperdicios, por ejemplo, Coca-Cola fabrica las botellas de agua Ciel con residuos de la planta de agave; algunos laboratorios farmacéuticos están aprovechando la capa que cubre al grano del café para sembrar hongos y producir ciertos medicamentos.
Proyecto Vive Cafeto
Específicamente en Monterrey hay una propuesta interesante: lo que nació como una idea para desarrollar una tesis, ahora es un proyecto de innovación social para Vive Cafeto, organización regia que busca apoyar a los pequeños productores de café en Talquián, Chiapas, para renovar cafetales, dándole valor a la madera de café que antes simplemente era desechada.
En esta investigación, realizada durante el 2015, participaron alumnos de octavo semestre coordinados por las maestras Mónica Silva y Cristina Viehmann; en Chiapas lo primero que encontraron fue que la comunidad cafetalera tenía un grave problema de plaga en los cafetales.
Esta problemática en realidad no era algo nuevo; en 2010 habían venido padeciendo los estragos de perder árboles completos debido a la plaga; desde entonces la producción cafetalera ha disminuido un 70%.
Ante esta situación, la productora y comercializadora de café Garcomex, invitó a caficultores, distribuidores, tostadores, comerciantes, gobierno, consumidores, escuelas y sociedad civil, a sumarse a un proyecto de regeneración para lograr la recuperación económica de la zona.
De árbol muerto a utensilio
Una de las propuestas que surgieron tras la exploración etnográfica, para permitir que la comunidad tuviera un ingreso monetario extra, fue darle un uso a una parte de la producción que simplemente se tiraba: la madera.
Los habitantes de la región únicamente la utilizaban como leña, pese a ser resistente y no estar afectada por la plaga —que sí había matado las plantas—, en lugar de aprovecharla en otras cosas.
Tras este descubrimiento, se propuso fabricar una serie de utensilios de cocina de madera que pudieran ser comercializados; se capacitó e instaló un pequeño taller de carpintería para que de esta forma, comenzaran a obtener recursos extras sin invertir en materia prima.