Admira cómo se tiñe de rojo el emblemático monte en Australia que fue proclamado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Desde hace más de 600 millones de años, Australia alberga al testigo de la historia, el monolito rojo Uluru. Con su imponente silueta de casi 350 metros de altura y alcanzando temperaturas superiores a los 46°C, dentro del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta reside el ícono más famoso del país.
Lo impactante no es su tamaño, ni es el hecho de que logra visualizarse a 100 kilómetros de distancia, sino los distintos matices que cubren su superficie al jugar con la luz del sol. En el amanecer la piedra adquiere un color ocre, mientras que en el atardecer el monte se pinta de un rojo con un tono muy intenso.
Debido a la presencia de polvo y la contaminación a la que se encuentra expuesto con las capas de la atmósfera, se genera un filtro que bloquea las tonalidades azules, mientras se realzan las rojas.
Un patrimonio sagrado
“El ombligo del mundo”, como se le denomina, para los aborígenes Anangu está impregnado con cultura y espiritualidad indígena australiana. La comunidad considera que fue justo sobre el monolito donde se produjo el origen de la vida.
Existen distintas leyendas con respecto al Uluru, sin embargo, las pinturas rupestres trazadas en esta gran roca advierten que muchas podrían haber sucedido.
Los aborígenes consideran que esta fue creada en el Tiempo del Sueño. La primera versión se sitúa en un escenario mítico donde ocurre la batalla de dos tribus ancestrales, una lucha sangrienta, la cual generó en Bulari, la Madre Tierra, tanta tristeza que decidió crear el monumento. Otra señala que los huecos que tiene en la superficie los hicieron los pitjantjatjara, hombres canguro, que vivían en la zona norte al huir de un demonio invocado por un grupo rival.
Asimismo, cuenta la leyenda que una tribu intentó exterminar a los Hombres Serpiente que habitaban en el Uluru, entonces Bulari se enfrentó al enemigo con una valentía que sigue siendo venerada por sus predecesores. Ella exhaló por su boca una nube de enfermedad letal que terminó con aquellos hombres venenosos, cuyos cuerpos se integraron a la arena del monte para nutrirlo a fin de perdurar en la Tierra.
Las historias han sido narradas de generación en generación, por lo tanto, ya sea por una versión o por otra, las comunidades coinciden en que pisarlo sería una profanación.
En 1985 los Anangu fueron oficialmente los propietarios de la maravilla natural, desde entonces están encargados de guiar a los visitantes en los recorridos para asegurarse de que cuiden el monumento natural resguardado por sus ancestros. Antes, los mismos recomendaban no subir el monte para no lastimarlo y prevenir su erosión.
Ahora, el patrimonio de la humanidad denominado desde 1987 por la UNESCO, restringe estrictamente el poder pisarlo, no obstante es posible visitar la comunidad, escuchar sobre la historia desde el inicio de los tiempos y deleitarse de la belleza que tiene para ofrecer a simple vista el gran monolito rojo.
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