El engreimiento afecta tus relaciones, tanto personales como laborales. Para combatir la arrogancia genera actitudes positivas respecto a otras personas.
Por Redacción TNE
Imagínate que estás en una junta donde tu jefe está a punto de seleccionar una de las propuestas que solicitó para crear una campaña de marketing, por ejemplo. Tú estás convencido de que tu idea no sólo es la mejor, sino la única que realmente vale la pena.
Después de que cada uno de los compañeros presenta su idea, el director se toma unos minutos para deliberar… Por fin escoge, pero no es la tuya. Lo único que haces es, en vez de preguntarte si hiciste algo mal o cómo puedes mejorar para la siguiente ocasión, levantar los ojos, ponerlos en blanco y pensar que los conceptos de los demás son anticuados y que no aportan valor.
La arrogancia por lo general oculta una debilidad, haciéndote sentir poco valioso o, por el contrario, creerte superior a los demás. También es un mecanismo de defensa que te hace sentir orgulloso de tus habilidades; sin embargo, afecta tu desempeño porque te impide comprender a los otros, y para alcanzar el éxito, es vital relacionarte con las personas, ya sean amistades o colaboradores.
Identifica tu engreimiento
Si en algún determinado momento te sientes invadido por un sentimiento de petulancia cuando un pensamiento sobre alguien te hace sentir mejor, estás siendo arrogante. Esto es una señal a la que debes prestar atención si quieres mejorar como persona. Sigue estos consejos para poco a poco disminuir tu arrogancia:
1. Reconoce al otro: opta por darle crédito a la otra persona, ya sea porque es buena para realizar ciertas tareas o tiene un vasto conocimiento sobre un determinado tema. Busca ser específico; es decir, que sea una característica intrínseca de esa persona.
No recurras a comentarios genéricos porque cualquiera puede tener un buen gusto para vestirse, por ejemplo. Dales crédito por sus ideas y aportaciones, hacerlo no significa que tú dejaste de contribuir al equipo.
Ten presente que a todos nos enaltecen virtudes, pero también arrastramos defectos.
2. Sé empático: demuestra interés en conocer a tus colaboradores. Si llegas a un nuevo trabajo, date el tiempo de conversar con cada uno para saber su nombre, sus intereses, aspiraciones, obstáculos o pasatiempos. Fortalece lazos, no saber y olvidar cómo se llama una persona puede herir sus sentimientos, ¡peor aún si llevas ya tiempo trabajando con ella! Una gran personalidad se caracteriza por respetar a todos, desde quienes están abajo en la organización (por ejemplo, personal de limpieza) hasta los que ocupan la cúpula.
3. No critiques puntos de vista: no hay una verdad absoluta, cada quien tiene el derecho a mantener sus opiniones respecto a diversos temas. Por el contrario, muestra interés por saber más de las ideas del otro, pues así enriquecerás las tuyas. Tú no eres infalible ni tienes todas las respuestas, así que resulta más provechoso adoptar una actitud de aprendizaje constante.
4. Acepta tus errores: admitir las fallas propias no es fácil, pero demuestra gran fortaleza, humildad y gran liderazgo ya que alguien que sabe de sus equivocaciones es más fácil que en el futuro tenga mayores responsabilidades, contribuyendo al crecimiento profesional.
5. Pide retroalimentación: todos destacamos en determinadas áreas, pero hay otras que deben trabajarse. Éstas últimas, por lo general, ya sea por ignorancia o por querer suprimirlas, las ignoramos. Por ello, es importante contar con la perspectiva de otra persona que nos arroje luz sobre qué es lo que podemos mejorar y trabajar en ello. Los comentarios deben darse y aceptarse con respeto, como una crítica constructiva.
Recuerda que la perfección no existe, sin embargo es, como se dice comúnmente, una montaña que debe ser escalada todos los días. Evita los sentimientos de arrogancia, mismos que pueden llevarte a una soledad y genera pensamientos proactivos hacia los demás, así mejorarás tus relaciones, el trabajo en equipo será más efectivo y los resultados, determinantes.