Busca soluciones simples a problemas complejos, evita complicar más tu trabajo de lo necesario:
Enfoque
• Toma el objetivo como prioridad, al cumplirlo satisfactoriamente podrás seguir complementándolo posteriormente.
• Concéntrate en una cosa a la vez.
• No pierdas el rumbo, cualquier actividad que esté fuera de tu solución, puede convertirse en parte del problema.
• Utiliza conceptos sencillos y sé práctico.
• Reúne y analiza toda la información necesaria antes de actuar, no asumas nada.
• Enfócate en los síntomas, ya tendrás tiempo de revisar las causas.
• Conoce todas las variables.
• Ubica la regularidad con la que se presenta el problema; define qué tan repetitivo y frecuente es.
Actúa
• Asegúrate de que cada paso que des te lleve más cerca de tu meta final.
• Simplifica y sé práctico.
• Esfuérzate por destilar ideas a un solo pensamiento, sé muy conciso con lo que quieres.
• Elimina actividades inútiles, si algo se puede hacer en dos pasos, en lugar de cuatro, opta por esa opción.
• Entiende y define bien la raíz del problema.
Resuelve
• No trabajes de forma extenuante, hazlo de manera inteligente.
• No caigas en la parálisis por análisis.
• Asegúrate que tus soluciones sean fáciles de implementar y lo más prácticas posibles.
• Involucra a las personas correctas, aquellas que tengan suficiente experiencia y conocimientos.
• Aprende de errores pasados.
• Evita crear más problemas de los que ya hay; económicos, sociales, ecológicos, etc.
• Obtén resultados sin tener que realizar grandes cambios, establece etapas.
• Divide las tareas en partes para que puedan ser cumplidas de forma más simple y rápida.
Sin querer parecer simplista, la complejidad sólo aumenta el riesgo, así que las tareas que se realicen deben ser todo menos complicadas. No olvides que para cada situación difícil, seguro existe una solución más simple con cual resolverla. ¡Descúbrela!
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