A la pregunta ¿qué prefieres, que tus colaboradores estén más motivados o que rindan más? ningún directivo duda: que rindan más.
Por Xesco Espar
Aumentar la productividad y estimulación de los trabajadores es preocupante para todas las empresas, entender la relación entre ambos factores y sus implicaciones es el primer paso para potenciar mejores resultados.
¿Se trata de motivación o rendimiento?
La productividad personal puede expresarse como una ecuación en la que se relaciona un aspecto cualitativo (el talento) y uno cuantitativo (el estado emocional y en particular su motivación) por lo que podríamos concluir que el rendimiento individual y profesional es el producto de la aptitud por estimulación.
El talento tiene por lo menos tres componentes. En primer lugar, éste es el conjunto de conocimientos y habilidades que poseemos cada uno en su especialidad. Por ejemplo, el de un operario se relaciona principalmente con las habilidades manuales físicas y el de un directivo con su capacidad de liderazgo, dirección, motivación, comunicación, entre otras. En segundo lugar, es determinante que el talento se manifieste no sólo cuando las condiciones ambientales son favorables, también en situaciones desafiantes. En los momentos de crisis, de pánico, que parece que las cosas van mal, es cuando tienen que sobresalir las cualidades. Finalmente, también debe considerarse la capacidad de anticiparse a los acontecimientos, para que se produzcan de manera favorable, o bien para reaccionar ante sus efectos lo más rápido posible.
El aspecto emocional tiene como principales componentes la automotivación y el compromiso personal. Hay dos cuestiones básicas indiscutibles al referirnos a la motivación de los trabajadores.
La primera es que cada persona se inspira por sus propios motivos. Hay que conocerlos y alinearlos con los objetivos de la empresa. Nuestro deber es orientar la atención de los colaboradores para que vean que el cumplimiento de sus metas individuales se facilita en la medida en que logren sus propósitos profesionales. El segundo aspecto es el compromiso propio con uno mismo. La cantidad de talento que ponemos en juego cada día depende totalmente de nuestra decisión. Igual que nadie depositaría su futuro en las manos de otra persona que no fuese ella misma, ¿qué sentido tiene poner nuestro compromiso y motivación en la influencia de un jefe descortés, un mal día o una mala relación con alguno de nuestros compañeros? Dar nuestra mejor versión cada día debe ser un hábito.
La mejora continua da valor a la fórmula
El principal factor para aumentar el rendimiento es el talento, pero ¿qué podemos hacer para aumentarlo dentro de nuestras empresas aparte de, obviamente, seleccionar nuevo personal con más habilidades?
En primer lugar la formación permanente es indispensable. Aumentar los recursos para formar más y mejor a nuestros colaboradores es la manera más directa de incrementar el talento en nuestra empresa y hacerla sostenible.
Recordemos esa broma donde se encuentran el director de personal y el financiero. El primero le pide presupuesto al segundo para actividades de formación con los empleados. El director financiero pregunta “¿y si los formamos y se van?” a lo que el director de personal le responde “¿y si no los formamos y se quedan?” La segunda estrategia es promover sesiones de comunicación en las que se comparta el conocimiento. Una potente idea es la creación de documentos de “best-practices” en las que los componentes de los equipos de trabajo aportan sus mejores estrategias para realizar con más precisión, calidad o celeridad sus tareas. Compartirlo y ponerlo en conocimiento de los demás favorece la transmisión de sabiduría experta, rápida adaptación de las nuevas incorporaciones de personal y su acceso a los estándares habituales de talento de ese equipo.
También podemos valorar estrategias sencillas para aumentar la motivación, debemos admitir que la mayoría de nuestros colaboradores ya vienen animados a trabajar.
Hoy en día, tener un lugar de trabajo ya es atractivo de por sí. Así que todos los esfuerzos que realicemos para no desmotivar a los trabajadores los estimularán aún más. Preocuparse por ellos, por sus circunstancias familiares y darles un trato respetuoso y exquisito debe ser indispensable.
Debemos tratar a nuestros colaboradores como queremos que ellos traten a los clientes.
Demostrar que se les tiene confianza activará sus necesidades de seguridad y de sentirse importantes. Pedirles que participen en las sesiones de brainstorming los hará percibir aprecio y entender que se les tiene en cuenta.
Todas las actividades de formación que se hagan también les transmitirán seguridad, los hará pensar que la empresa cuenta con ellos a largo plazo ya que está invirtiendo en su progreso.
¿Cómo influyen y se relacionan motivación, talento y rendimiento?
El incremento de cualidades es la mejor manera de aumentar la productividad, especialmente porque es lo que lo hace más sostenible. Según el principio de autoeficacia postulado por el psicólogo social Albert Bandura “la gente tiende a hacer placenteramente aquello en que se cree competente” así que una ampliación del talento siempre vendrá acompañada por un incremento en su estimulación.
Cuando la gente está motivada para realizar una actividad empieza a pasar más tiempo realizándola, lo que facilita que casi siempre aumente su aptitud en ella.
La influencia de la motivación sobre el rendimiento queda evidente cuando nos damos cuenta de que nadie da siempre su 100%. Debido a que en nuestra historia evolutiva podemos afirmar que somos todavía más animales que racionales, el cuerpo siempre ahorra algunas reservas por si las necesita para sobrevivir. Por eso, incluso el 90% sólo suele darse en momentos puntuales con una gran presión interna o externa (alguna fecha límite en la entrega de un proyecto o el día antes de tomar vacaciones en que todo debe quedar acabado). En realidad normalmente empleamos alrededor de un 60% de nuestro talento.
La mejor manera para que el rendimiento se establezca lo más arriba posible radica en buscar la excelencia y convertirla en un hábito. De la misma forma que muchos días festivos, nos descubrimos conduciendo inconscientemente en dirección a la oficina en lugar de ir a donde hemos decidido pasar el día, nuestro cerebro humano es esclavo de los hábitos diarios en cuanto a la exigencia de concentración.
La única forma de hacer que nuestros días malos se igualen a nuestros días buenos, reside en trabajar con excelencia: hacer cada una de nuestras tareas diariamente al mejor nivel y con el máximo grado de atención al detalle. La recompensa por adquirir ese hábito hará que nuestros días sean más productivos y obligará a desarrollar nuestras capacidades a un nivel evolutivo superior. Esto nos hará crecer y nos permitirá rendir más personal y profesionalmente.
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