Por Redacción TNE
En su justa medida puede despertar la creatividad y mejorar un producto. Pero hay que ser cautelosos antes de querer hacerlo.
Les Wexner, CEO de L Brands, antes Limited Brands y que tiene como filial Victoria’s Secret, cada año dispone de un mes para viajar alrededor del mundo, ver lo que hacen otras compañías y definir lo que se puede adoptar. En cualquier oportunidad se puede encontrar inspiración; incluso su filosofía se caracteriza por celebrar la imitación.
En meses anteriores vimos como Instagram, cuyo dueño es Facebook, lanzó su modalidad de historias —para no quedarse atrás— similar a la aplicación millennial del momento: Snapchat, creada por Evan Spiegel, Bobby Murphy y Reggie Brown, redefinió la interacción de las empresas con sus clientes. Ante esta situación, vale la pena preguntarse lo siguiente: ¿el copycat podría considerarse como un acto deshonesto o puede incentivar la innovación?
De tenerlos, ¿cuáles son sus beneficios?
El tomar “prestadas” las ideas de otros y mezclarlas con la creatividad propia puede generar ventajas competitivas; aprovechada de manera correcta la imitación representa una estrategia de negocio.
Por otra parte, la expresión humana, principalmente a través de las artes, es creada a partir de lo que surgió antes, ya sea para cuestionarlo o mejorarlo. La tecnología no es la excepción.
Desde un punto de vista empresarial y desde la perspectiva del imitador, los costos de desarrollo son bajos, pero es igual de importante que el producto tenga una buena recepción en el mercado.
En el caso de Instagram y Snapchat, la primera adoptó características de la competencia y las mejoró en el sentido de hacer más accesible y entendible la interfaz de usuario, sobre todo para quienes no comprenden la forma de generar un snap.
Además, la red social de Mark Zuckerberg comprobó que era viable el desarrollo de Historias de Instagram porque Snapchat ya había pasado por el proceso de validación del producto.
También la “víctima” obtiene beneficios. En el ejemplo anterior, cada una de las redes sociales tiene su respectivo mercado: la red social de Spiegel y compañía cuenta con un promedio de 100 millones de usuarios, mientras que los de Instagram son alrededor de 300 millones. Éstos últimos pueden interesarse por descargar Snapchat.
La cuestión es que los casos anteriores son abordados desde un punto de vista tecnológico pero, ¿qué ocurre con las cadenas de comida rápida? De acuerdo a un artículo publicado por The Economist, Ray Kroc, empresario que adquirió McDonalds, copió a White Castle, considerada la cadena pionera de fast food. La pregunta, en este caso, es: ¿las demás franquicias de hamburguesas son imitadores? Y si lo son, ¿de quién?
La imitación puede tener cierto grado de seguridad si el copycat no se lleva a los clientes del otro. Por ejemplo, Southwest Airlines (Estados Unidos) no reclamó cuando Ryanair (Irlanda) reprodujo el modelo de negocio al ser ambas aerolíneas de bajo costo.
Otra de las ventajas que posee la imitación es que, al existir, obliga a las empresas a innovar de manera constante; no pueden celebrar por mucho tiempo el éxito del presente porque a la vuelta hay alguien que también sacará ventaja de lo realizado.
Todo tiene sus límites
Una de las principales críticas es que, el copiar de manera excesiva puede resultar en algo perjudicial para la sociedad. Además, quienes lo hacen no son los que reciben el reconocimiento y promoción.
Otra cuestión es el hecho de que la excesiva imitación reduce los incentivos para los innovadores, que pueden llegar a reducir sus esfuerzos para crear nuevos desarrollos.
Aunque el mundo real sugiere que las compañías replican a otras y tienen éxito, para hacerlo siempre será mejor contar con la asesoría legal para no traspasar barreras en la propiedad intelectual. Si bien puede fomentar la creatividad, ir demasiado lejos puede afectarla.