Hay quienes deciden ‘instalarse’ antenas en la cabeza para mejorar sus capacidades sensoriales, pero una cosa parece quedar clara: el fin del homo sapiens.
Todo indica que la fusión entre seres humanos y tecnología para potenciar sus sentidos y capacidades será una realidad. Esto es tan cierto porque ya existen personas que utilizan dispositivos conectados a sus cuerpos para convertirse en cyborgs de la vida real; incluso algunos ya son reconocidos por gobiernos y son capaces de hasta escuchar los colores.
Lo primero que podrías imaginar es a individuos salidos de la ciencia ficción, al más puro estilo del T-800 de Terminator o en algunos otros personajes populares de los videojuegos.
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No hay que acudir al mundo de la pantalla grande para encontrarse con los cyborgs en la vida real, organismos que combinan partes corporales orgánicas y mecánicas; basta con echar un ojo alrededor para darse cuenta de que ya caminan entre nosotros. A lo mejor ya los has visto, por lo menos en la televisión, y no te habías percatado de ello. Conócelos.
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Neil Harbisson, con una antena para escuchar colores
A pesar de haber nacido con daltonismo, Harbisson comenzó a desarrollar una antena sensorial para ampliar la capacidad de percibir los colores. En 2004 un grupo de doctores anónimos realizó la cirugía para adherir el implante a su cerebro, en medio de la controversia y el rechazo por parte de comités bioéticos. Hoy es reconocido por el gobierno británico como un cyborg al expedirle un pasaporte donde aparece en la foto con la antena en su cabeza.
El dispositivo le permite escuchar y sentir los colores como vibraciones dentro de su cabeza, además es posible conectarlo al internet para recibir esta clase de señales desde otros sensores e incluso satélites. En 2014, pintó un cuadro con la ayuda de miembros de la audiencia presente, quienes le enviaron señales de colores para que luego él los plasmara en el lienzo.
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Claudia Mitchell, con brazo de poder
Tras sufrir un accidente en moto, perdió la totalidad de su brazo izquierdo. La vida se tornó complicada tras el incidente, al punto de tener que pelar plátanos con sus dos pies y una mano. Ni siquiera por su mente pasó que tras cuatro años en la Marina de Estados Unidos jamás había sufrido un percance de esta magnitud.
La ayuda llegaría por parte del Instituto de Rehabilitación de Chicago (RIC, por sus siglas en inglés), centro que desarrolló la prótesis con una inversión de 3 millones de dólares. De esta manera, en 2005, Claudia se convirtió en la primera mujer en recibir el trasplante de un brazo biónico con el cual puede manipular objetos e interactuar con ellos de forma más natural.
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Jesse Sullivan, nervios y músculos eléctricos
La historia de Sullivan por instantes recuerda a grandes superhéroes que, tras sufrir un accidente adquieren superpoderes. Si bien no existe punto de comparación, de alguna manera así fue. En mayo 2001 se electrocutó y sus dos brazos quedaron severamente dañados, a tal punto que fue necesario amputarlos. Al igual que con Mitchel, el RIC le ofreció reemplazar las extremidades con prótesis robóticas conectadas a los nervios y músculos.
Sullivan tiene control sobre los miembros artificiales. En concreto, cuando piensa en levantar un brazo, determinados músculos en su pecho se contraen (dado que no están los brazos naturales), y la prótesis interpreta estos movimientos como una señal de que debe moverse de cierta manera. Además, le permite sentir la temperatura exterior, así como saber el grado de presión que ejerce al manipular objetos.
Entre otros casos de cyborgs de la vida real, destacan Nigel Ackland quien, tras un incidente con una licuadora industrial, perdió su antebrazo derecho, recibió el implante de una mano biónica que opera con un alto nivel de precisión.
¿El futuro es cyborg?
En su libro Homo deus: breve historia del mañana, el autor Yuval Noah Harari sugiere que la evolución del ser humano no se detiene en homo sapiens. Esto lleva a pensar que el futuro de las personas indica que serán individuos híbridos, mezclando elementos orgánicos y electrónicos para desenvolverse en su entorno.
A medida que la revolución tecnológica se acelera, como individuos cada vez notamos más los avances que permiten ver autómatas con cualidades prácticamente similares a los humanos, como sucede con Sophia. Pero, además, esta transformación también implica un cambio en la manera en que operan nuestros cuerpos, ya sea para que vivan más o sea factible cargar el cerebro con energía para que funcione en óptimas condiciones.
Lo anterior no es para menos cuando el 63 % de la gente, en países como Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y España, consideran la posibilidad de aumentar las capacidades de su cuerpo para mejorarlos1. Sin embargo, cabe aclarar que a las personas les interesa que estos cambios sean en beneficio de la humanidad, aunque existe preocupación de que representen un peligro para la sociedad o los hackers puedan hacer de las suyas.
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Por otro lado, queda pensar si convertirse en personas aumentadas y potenciadas por la tecnología, será solo posible para quienes cuenten con los recursos económicos o estará disponible para todos.
Pareciera que esto ya no habla de una división de clases sociales, sino de humanos, que tendrá efectos en la forma de relacionarse, no solo en cuestiones de trabajo, sino también sociales y de otra índole.
Los ejemplos de cyborgs de la vida real trazan un nuevo rumbo para la sociedad en general que cada vez está más cerca de normalizarse. La pregunta del millón: ¿cuándo ocurrirá?
Referencias: 1Opinium Research Survey 2020 de Kaspersky