La arrogancia y presunción pueden tenderte una trampa, haciendo que te equivoques en tus acciones y elecciones.
Tener confianza en uno mismo y ser audaz en su justa medida, son cualidades necesarias para lograr el éxito en la vida tanto a nivel personal como profesional; pero se pueden convertir en una pesadilla cuando se sobredimensionan, provocando que pierdas la pisada, dañando no sólo a quienes te rodean sino a todo el negocio.
Tanto la productividad de la empresa como la tuya, puede verse afectada si buscas la gloria individual, nublando tu poder de decisión y anteponiendo tus necesidades a las de la organización. Por ello, debes evitar sentirte único y cerrarte en ti mismo sin tomar en cuenta a quienes están a tu alrededor.
Que no se te eleven los aires de grandeza
Un egocentrista tiene como prioridad subir la escalera y mejorar su posición dentro de la compañía sin mostrar apoyo al grupo de colaboradores. Por tal motivo debes cuidar de no enfocarte en ti mismo, actuar en contra de los intereses de la empresa y aislarte de la oportunidad de convertirte en alguien que la lleve a trascender, creciendo tú y tu equipo. ¿Cómo afecta el ego tu poder de toma de decisión y por qué es un mal consejero?
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Impide abrir tu mente y escuchar
Encerrarte en una capsula que nadie más puede penetrar y hacer oídos sordos, te impide dialogar sobre temas importantes porque crees tener siempre la razón. En el mejor de los casos te cuesta aceptar los argumentos de otros, aunque también puedes desestimarlos a pesar de la evidencia que demuestra que algo no se hizo bien o no está dando los resultados esperados.
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Incrementa las posibilidades de equivocarte
Quizá no compartas ideas por miedo a fallar o ser duro contigo mismo si las cosas salen mal. Claro, cuida buscar la excelencia sin ser perfeccionista ya que esto te generará presión a ti y a los colaboradores, además te arriesgas a ridiculizarlos frente a los demás sintiéndote superior a nivel personal.
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Limita la comunicación con el equipo
Al percibir una amenaza, puedes distanciarte de quienes aportan grandes ideas o que son más talentosos y capaces. Esto puede tu capacidad de creer en ti mismo y sentir que se burlan de ti. Además, estarás tentado a ver a los demás por encima del hombro, cuando en realidad son un grupo que puede generar sinergias y sacar adelante los proyectos.
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Restringe el aprendizaje
Crees saberlo todo y poder conseguir cualquier cosa de forma fácil, sin aceptar los errores ni mucho menos la información que te contradiga. Incluso te justificarás y usarás cualquier pretexto a fin de lograrlo. Muestras renuencia para atacar un determinado problema bajo un nuevo ángulo, especialmente cuanto te aferras a ideas pasadas que han funcionado, pero que no necesariamente lo harán de nuevo.
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Reduce la objetividad
Por un lado, antepones intereses personales a los de la compañía; por el otro, cuando no tratas bien a tus equipos de trabajo, aumentan las posibilidades de que cada miembro, al no controlar sus emociones brinde un servicio deficiente, que en el peor de los casos, alejará al cliente de la empresa. Por ello, jamás olvides a quienes te ayudan a cumplir con las metas y al consumidor que abre la cartera.
El ego lleva a un autosabotaje personal y profesional, así como a ignorar lo que en realidad es mejor para la organización.
Luchar contra el orgullo personal no es fácil porque debes modificar pensamientos propios, algo que no es sencillo, pero sí posible. Debes mostrar apertura mental, receptividad, disponibilidad para interactuar y comunicarte de forma efectiva con la finalidad de comprender mejor las necesidades tanto de tus colaboradores como de los clientes.
La flexibilidad es de suma importancia porque de lo contrario, cometer errores y creer actuar correctamente, se vuelven el pan de cada día.
Como buen líder, acepta tu responsabilidad cuando las cosas salen mal, pero también alaba y felicita a tus colegas cuando los buenos resultados se den.
Basta con decirles “¡qué buen trabajo!” y si el reconocimiento se hace en público, elevas su autoestima. Genera un engagement entre los colaboradores con la intención de que ellos hagan lo mismo con el usuario.
Si no quieres que el ego sea un mal consejero, recuerda que debes dominar tus pensamientos y acciones, enfocándolas de manera constructiva tanto a nivel interno como externo.