Los ejecutivos están constantemente involucrados en situaciones difíciles en las que se ven obligados a demostrar su naturaleza de líder e identificar lo que es mejor para la compañía.
Por Benito Flores Juárez y Ángel Serna Torres
Es común escuchar que ser gerente equivale a tomar decisiones y ciertamente los ejecutivos lo hacen todo el tiempo, dicho esto sería de esperarse que al momento de hacerlo escogieran el curso de acción que más privilegie el objetivo global de la organización, aunque la claridad, precisión o independencia con la que toman su decisión puede verse afectada por muchos factores, entre ellos la presión de los colegas.
Los compañeros de trabajo ejercen intimidación en la toma de decisiones por muchos motivos, entre ellos el más frecuente suele ser porque desean ser beneficiados por el curso de la acción seleccionada, lo que implica una postura reduccionista, es decir, que considera sólo una parte del todo, por lo que escuchar y ceder a la intimidación de los pares puede ocasionar que el resultado final no sea el mejor para la organización.
Para enfrentarlo, un enfoque sería considerar a esta presión solamente como una distracción, mientras que un camino alternativo y más justo sería escuchar los argumentos de los pares y darles su adecuada dimensión: como un elemento más a considerar y dando oportunidad a todos de expresar sus opiniones.
El ejecutivo debe estar consciente de que todas las decisiones se tomen bajo un criterio clave: privilegiando la misión, visión, valores y objetivos de la empresa. Cuando un tomador de decisiones se preocupa mucho por atender las solicitudes, opresiones e inquietudes de otros, particularmente de su superior, puede perder la objetividad y es entonces cuando la postura para resolver este dilema pudiera ser lo que todos hemos escuchado de un buen jefe alguna vez:
“nunca los vas a complacer a todos, así que elige qué es mejor para la compañía, aunque algunos no estén de acuerdo”.
Un proceso inteligente de toma de decisiones debe considerar y satisfacer los criterios adecuados: 1) se concentra en lo que es importante; 2) es lógico y consecuente; 3) reconoce los factores tanto subjetivos como objetivos y combina el pensamiento analítico con el intuitivo; 4) sólo exige la cantidad de información y análisis necesarios para resolver un problema específico; 5) fomenta y guía la recopilación de información pertinente y de opiniones bien fundadas y 6) es directo, confiable, fácil de aplicar y flexible.
La bondad de considerar estos criterios es que dan cabida a las intenciones, intereses y deseos de los colegas, pero de forma objetiva y bien dimensionada, por lo que en lugar de terminar siendo presiones se les considera como información, lo que permite enfocar la energía y talento del tomador de decisiones en lo importante.
Sería maravilloso que la alta gerencia de una organización tuviera la confianza de que sus colaboradores realizan siempre las mejores elecciones, aquellas que privilegian el desarrollo de la compañía, aunque por distintas razones las cosas no son siempre así, entre ellas porque los tomadores de decisiones no saben manejar las presiones de sus pares, quienes buscan su beneficio personal o el de su área en la organización.
Para poder manejar este tipo de situaciones, el ejecutivo debe saber escuchar a todos los participantes, dar a cada insumo de información su justo valor y luego seguir un proceso ordenado que le permita ver “el todo” y así tomar la mejor elección para la compañía.