No dejes que tu empresa sea delimitada por un plan inicial e impida que tu talento se adapte ágilmente a los cambios de premisas, ésta es una forma común de fracasar.
Por Jaime Bárcenas Ramos
“La planeación estratégica como la conocemos ha muerto para darle paso a un pensamiento estratégico que es colectivo, permanente, flexible y orientado al logro”, Henry Mintzberg.
Cuando las empresas deciden poner en marcha su estrategia, sus directivos crean planes detallados para lograrlo, en los que especifican quién debe hacer qué y cuándo, además de presupuestar los recursos necesarios para iniciar. Aunque esta forma de planeación ha recibido infinidad de críticas, es y seguirá siendo la columna vertebral de la ejecución de la estrategia en muchas organizaciones, después de varios años continúa liderando la lista de métodos de gestión más utilizados.
A pesar de invertir enormes cantidades de tiempo y energía en la formulación de una estricta planeación y riguroso presupuesto, siempre se atribuye el fracaso estratégico a la falta de disciplina en las actividades que estaban dentro del plan inicial.
Desafortunadamente ningún plan, por perfecto que sea, es capaz de anticipar eventos inesperados que puedan ayudar o dificultar a una empresa a alcanzar sus objetivos estratégicos. Y esto ciertamente no es cuestión de disciplina, sino atribuible a la poca habilidad de todos los empleados de adaptarse a los cambios, de superar obstáculos inesperados y ver oportunidades en los imprevistos.
“La ejecución de la estrategia consiste en aprovechar los cambios que puedan apoyarla, mientras se coordinan asuntos internos de la organización de manera constante.”
Cuando un gerente encuentra soluciones creativas y plantea oportunidades extraordinarias, revela el estado del arte de la ejecución, sin que esto desmejore la productividad. Tales ajustes en tiempo real requieren de “agilidad adaptativa”, lo que representa un desafío para mantener a todos comprometidos y alineados.
Muy pocas empresas identifican la capacidad de compromiso y alineación como una prioridad o un posible problema en la ejecución de actividades, es por eso que en lugar de centrarse en la asignación de recursos anuales con un destino específico e inalterable, las organizaciones deben contemplar la inestabilidad de las circunstancias y prepararse para reasignar flujos de fondos, talento humano y prioridades estratégicas; haciéndolo con suficiente rapidez y exactitud, para que sean eficaces y no se queden sin implementar la estrategia por falta de recursos, compromiso y alineación.
Las organizaciones dedican demasiado tiempo y atención a iniciativas con futuro limitado (porque estaban en el plan original); envían a sus mejores talentos para tratar de rescatarlas y se queman intentando salvar proyectos que deberían haber sido cancelados.
Sólo un bajo porcentaje de directivos cree que las prioridades estratégicas de su empresa tienen los recursos humanos y financieros necesarios para el éxito, esto significa que la mayoría cree que sus principales iniciativas fracasarán por falta de éstos; perdiendo así tiempo y esfuerzo en proyectos de baja prioridad y privando a otros más prometedores de talento y capital necesario para crecer significativamente. Todo esto, por simples mandatos presupuestales.
Para evitarlo, existen tres pasos que ayudan a superar los límites de un “estricto” plan estratégico y dan la “agilidad adaptativa” necesaria:
– Piensa en la estrategia con cambios permanentes: ser consciente de que hay situaciones cambiantes y que esto fomenta el uso creativo de recursos y personas, da una percepción distinta de la estrategia.
– Planea en función del cambio: saber que los ajustes existen dentro de la ejecución y transmitir a las personas y equipos de trabajo qué se espera de ellos en estas situaciones, evitará sorpresas inesperadas.
– Adapta los cambios con agilidad: es importante lograr un buen ritmo para hacer adaptaciones durante la ejecución estratégica manteniéndola siempre bien “enfocada”.
La agilidad adaptativa es fundamental para la ejecución, pero debe encajar dentro de los límites estratégicos, en otras palabras, ésta debe equilibrarse con el compromiso y la alineación.
Como diría Charles Darwin “no son los más fuertes los que sobreviven, sino los que mejor responden al cambio”.
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