Perderte en el pasado y el futuro es comparable a pasar tus días completamente ausente de lo que ocurre a tu alrededor, mejor disfruta las experiencias de hoy.
Todos esos meses de organizar tus vacaciones finalmente rinden frutos al poner tus pies en la arena, el aire húmedo alcanza tu rostro y el aroma a mar llena tus narices, dispuesto a vivir en el ahora.
Podrías tumbarte en una hamaca con una refrescante bebida, poner una toalla en el suelo y ajustar tu bronceado desigual, incluso podrías volver al hotel y disfrutar del opulento buffet.
Pero no, tu mente está en otro lado: tienes que llamar al taxi para el viaje de vuelta al aeropuerto, la próxima semana debes planear una importante adquisición y pagar colegiaturas.
Angustiarse por el futuro o recordar el pasado no es malo, pero obsesionarse en ellos sí. La gente se preocupa por ahorrar, ganar más dinero, evadir las consecuencias de errores anteriores o perseguir nuevos objetivos y responsabilidades. Mientras tanto, el aquí y el ahora queda relegado a segundo término cuando en realidad es de lo único que tenemos certeza, el ayer ya pasó y el mañana no está seguro.
¿Por qué dejamos de ver el hoy?
El cerebro tiene dos formas de funcionar al momento de situarnos dentro de nuestra realidad y el entorno en el que estamos ubicados.
La primera de ellas es la atención plena, la cual hace percatarte de qué es lo que estás experimentando al instante con una entera concentración. La segunda es el llamado piloto automático, que se ocupa de la gran cantidad de acciones que realizas al día casi subconscientemente. Esta modalidad constantemente recaba información de lo que ya ha sucedido y previene lo que está por ocurrir.
Entonces, nuestra mente tiende automáticamente a enfocarse más en las situaciones desagradables o riesgosas como mecanismo de defensa y así prepararse para el peor escenario. De esta forma va tomando recuerdos y se va adelantando a lo que podría ocurrir, evitando alguna situación difícil e imaginándose circunstancias incómodas. Es por esto que es muy fácil perderse en tiempos ajenos al presente y dejar de vivir en el ahora.
El problema es que el cerebro es un órgano que ha evolucionado para la supervivencia, más que para generar felicidad o alegría, por lo que ve a las emociones desagradables —como el miedo, tristeza o enojo— útiles para poder subsistir.
Tomando en cuenta esto, la gente por lo general se pierde en tiempos ajenos al presente gracias a que como seres humanos hemos evolucionado para sobrevivir en vez de preocuparnos por nuestro bienestar.
Cuando nos distraemos en las memorias del pasado, sesgamos y reestructuramos los recuerdos a fin de volverlos más favorables y al empatarlos con la realidad, generalmente no se alcanzan las expectativas de lo que estamos viviendo. Nos engañamos tratando de repetir esos momentos y al vivir algo similar, vemos que ya no tiene la misma carga que como lo recordamos.
No desaproveches el tiempo
Cuando estamos en piloto automático, nos enfrentamos con una reducción en la capacidad de innovación y de manejo de conflictos debido a que tendemos a resistir la realidad. Es en ese momento que caemos en emociones desagradables y perdemos objetividad de cómo atender la situación, algo que no pasaría si estuviéramos conscientes.
Lo anterior también nos impide disfrutar de las situaciones amenas. Los seres humanos experimentamos muchas de estas circunstancias desde que nos despertamos hasta que dormimos, pero son a veces tan comunes que ya no nos damos cuenta de ellas, como sentir el agua tibia al bañarnos, el sabor del café cada mañana o incluso la compañía de seres queridos durante las comidas de fin de semana. Si pusiéramos atención a dichas experiencias sentiríamos una mayor felicidad.
Todo esto incluso llega a afectarnos a nivel salud debido a que cuando haces una cosa pero estás pensando en algo diferente, los niveles de hormonas que generan estrés como el cortisol y la adrenalina tienden a elevarse más, generando tensión muscular, incrementando la presión arterial y hasta la glucosa.
A nivel profesional te puedes perder en las emociones irritantes; por ejemplo, en una junta donde se está tocando un tema difícil para la empresa. Si ante la noticia no tienes una capacidad de conexión con el presente, podrías dejarte llevar por el miedo o el enojo, lo que ocasiona conflictos laborales o tomas de decisiones apresuradas.
Cuando no estamos atentos al aquí y al ahora, no apreciamos el paso del tiempo y parecería que este transcurre más rápido y que lo aprovechamos menos.
No atender el momento equivale a decir que pasamos los días totalmente dormidos o completamente ausentes y distantes, esto nos quita la visión de apreciar nuevas oportunidades.
¿Qué hacer para disfrutar el presente?
La clave para vivir en el ahora está en aceptar la realidad de que no podemos cambiar el paso del tiempo, no hay forma de retroceder en él, ni tampoco puede ir más rápido o lento. La recomendación es conectarse al ahora con las experiencias sensoriales, ya sea poniendo atención a la respiración, a las sensaciones táctiles a fin de evitar el parloteo mental, ese monólogo interno fatalista que critica de una manera intensa y se genera constantemente dentro de nosotros.
Por ejemplo, si tienes que llenar varios reportes en el trabajo, la no aceptación viene cuando pensamos “¿Por qué siempre me toca a mí?”, “no me pagan lo suficiente por hacer esto” o “ya quiero llegar a casa”, todo esto genera resistencia. Sin embargo, si te enfocas en la actividad plenamente, puedes llegar a la reflexión de que debes poner atención al presente, concentrarte en tus tareas y pensar “ahora estoy aquí, mañana sugiero el cambio”.
El momento que importa es hoy, vivir el ahora, disfrútalo, ve lo ordinario como extraordinario. La próxima vez que estés en el carro atorado en el tráfico, vuelve a observar su forma, sus funciones, descubre nuevas cosas de éste en vez de estar pensando en porqué te fuiste por ese camino o que llegarás tarde. Ve las nubes, conéctate con el ambiente y siente todo como si fuera la primera vez que lo experimentas, nada te asegura que lo vivas en otra ocasión.