La empresa debe revalorar sus orígenes para aprovechar las fortalezas y logros alcanzados para capitalizar y apuntalarse a un éxito más acelerado.
Cuando hablamos del desarrollo en las PyMEs siempre se tiende a pensar en algo parecido a la “Tierra Prometida”, un lugar en el tiempo de la empresa donde todo es felicidad y bienestar perpetuo donde los afanes propios del día a día son recordados como algo de la prehistoria de la compañía.
Nada más alejado de la realidad, cuando se ha tenido un crecimiento lineal durante algunos años y después de un esfuerzo de Scale Up comienza una fase de expansión en la empresa, este panorama está lejos de ser un escenario pacífico. Por principio de cuentas una característica indudable de este tipo de etapas es el consumo acelerado de grandes cantidades de efectivo.
Una vez implementado un proyecto de Scale Up, el tamaño de las áreas y problemáticas del negocio cambian en general, todo crece, es por esto que la estadística nos dice que un alto porcentaje del equipo original que inició la empresa junto al fundador, no será el grupo idóneo para el escalamiento. Los procesos en las compañías son más dinámicos y lo que parecía dominado un día, al siguiente debe de ser contenido nuevamente.
En este momento es cuando vale reflexionar si es el tiempo para crecer y no hacerlo solamente por deseo sino porque es viable llevarlo a cabo.
Las estrategias de penetración del mercado que solían funcionar, palidecen ante la necesidad de sortear a una competencia más sofisticada, bien armada y mejor comunicada con su mercado. En resumen, nace otra compañía que compite en una liga diferente, en la cual debe ser conocida, así como reconocida por sus dueños y directores. El reaprender y desaprender resulta necesario.
El crecimiento mata. Verne Harnish nos dice: “Las empresas que crecen arriba del 20% anual durante cinco años seguidos, tienden a desaparecer con una tasa igual a la de los nuevos emprendimientos”. Sólo una compañía de cada cinco sobrevive a una expansión. Ésta debe de ser detonada, generada y administrada de forma correcta, inteligente, disciplinada y responsable.
Sin embargo, el progreso también es fascinante y más cuando se lleva a su máxima expresión la capacidad administrativa, de liderazgo, comunicación y negociación del dueño y director general; siendo la mejor versión del propósito que lo mueve día con día. De esta manera se desarrolla la sociedad y la comunidad interna que hace vivir a la organización.
Vale la pena crecer, pero hay que estar conscientes de algunos elementos que se deben considerar en todo proceso de Scale Up:
Pasión por el propósito
Este es el secreto mejor guardado, de acuerdo con diferentes estudios el factor más importante en este tipo de iniciativas es el crecimiento que surge del motivo que el fundador posee para mantener viva la empresa. Muchas veces se tiene ese motivo de manera intuitiva y se persigue.
Un primer paso está en explorar este objetivo, o más bien en extraerlo. El secreto radica en no inventarlo sino en descubrirlo. Es decididamente una tarea de investigación y no de creatividad.
La intención es el fundamento sobre el cual se construye el famoso engagement, y no sólo del equipo directivo y de la gente que trabaja en la empresa, también el generado hacia el mercado. Es fácil vender un motivo, no así un deber ser. Hoy todo mundo está enamorado de marcas como Apple, Virgin Group, Tesla o Facebook. Estas firmas ya no tienen clientes, sino fans y esto sólo lo logra una idea.
Manejo Inteligente y responsable del ciclo de efectivo
Antes de iniciar un Scale Up, se debe tener un buen control del efectivo. En ese sentido, la máxima en el mundo de los negocios es que si no se cuida el flujo cuando se es pequeño, menos cuando se esté creciendo.
En términos de recursos económicos lo importante es administrar el ciclo del efectivo, el tiempo que pasa desde que se factura hasta que entra el “líquido” en las cuentas. Cuando se escala una compañía éste tiende a extenderse dramáticamente.
Si no se es consciente de este factor, se puede estar orgulloso de generar más ventas, mientras se firma una sentencia de cierre para la compañía.
Cultura Organizacional fuerte
De acuerdo con la Real Academia Española, la disciplina es tener un conjunto de reglas y apegarse a ellas. Entonces la clave está en seguir un estilo de trabajo, basado en los cuatro o cinco principios fundamentales por los que se ha regido la empresa desde su fundación, aunque no hayan sido escritos en ninguna parte.
El arte consiste al igual que el propósito, en extraer el cúmulo de experiencias que fundamentan los principios de la compañía.
Esto se logra a través del análisis de anécdotas representativas que conforman la historia de la organización.
Este cimiento es el que debe regir desde la estrategia principal hasta la manera de gestionar el día a día del último integrante del organigrama. Las bases no cambian, al contrario, son las que rescatarán la esencia de la empresa en medio de la tormenta interior que provoca un crecimiento exponencial.
Buenos hábitos del equipo de trabajo
Un seguimiento a las costumbres con las que hacemos las cosas, no es algo en lo que se piense demasiado. Regularmente se vive o se sufre la agenda sin ninguna restricción, con la única preocupación por salir lo mejor librado posible.
Lo deseable es hacer una lista de cinco a diez hábitos que deban seguirse y tomar el pulso de manera periódica, una vez al mes o semanalmente. También es recomendable revisarlos con los directivos.
Es preciso tener equipos con un ritmo de juntas bien definido y objetivos claros a mejorar en periodos cortos (12 semanas); además de relacionar a cada participante con una métrica concreta para su trabajo.
Visión audaz y retadora: Big Hairy Audacious Goal (BHAG)
Un último elemento, pero no menos relevante es tener un rumbo definido. No es necesario trazar toda la ruta, pues ésta puede cambiar; es importante que la empresa y todo el equipo de colaboradores entiendan cuál “estrella polar” se está persiguiendo.
Se trata de una visión a 10, 20 o 30 años, debe de ser muy retadora; Jim Collins le llama el BHAG, una meta grande, audaz que puede provocar que se nos pongan los pelos de punta solo de pensar que debemos caminar hacia ella.
Ayuda que de forma muy rápida y fácil todo mundo pueda extraer estrategias que permitan conseguir esta meta y alinear al equipo para subir una cumbre que parezca imposible, pero que sí se pueda lograr. Todos deben percibir que hay un 70% de posibilidad de alcanzarla, es decir, no es seguro, pero estamos arriba del 50%-50%.
Estos cinco elementos son la mezcla perfecta de un Scale Up sano, para que no seamos víctimas del crecimiento sino conquistadores de una visión audaz y retadora, que nos lleve a convertirnos, como dice Matthew Kelly, en “la mejor versión de nosotros mismos”.
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