Por Sylvia Ramírez Rueda
Pequeños cambios en la forma de pensar harán que tu vida sea más feliz y que tu productividad también se vea beneficiada.
Nunca hasta esta época había sido tan clara la relación que existe entre el nivel de felicidad de las personas con sus índices de productividad en el campo empresarial.
El argumento de que la vida privada puede desligarse de las actividades profesionales se ha revaluado completamente y cada vez tomamos más conciencia de que no somos “seres racionales que deciden sentir” sino que por el contrario, somos “seres emocionales que aprendieron a pensar”.
Dicho en otras palabras, lo anterior significa que todas las decisiones que tomamos se basan invariablemente en alguna emoción, sin importar todo lo que nos esforcemos por tener el comportamiento más racional posible. La descripción de este panorama nos lleva a dos conclusiones preliminares muy importantes:
• El paradigma de cómo debería ser y mostrarse un empresario ante sus colegas y empleados ha cambiado, en el sentido de que se ha humanizado.
• Tener una política institucional de felicidad es clave para la retención del personal (el costo de capacitar nuevos empleados es sensiblemente alto), así como para el incremento de la productividad laboral.
Por dónde empezar
Cuando una empresa se decide a dar un giro a su gestión del recurso humano, buscando fomentar la felicidad de su gente, el primer paso es el de invertir en programas de formación que orienten al personal hacia una nueva forma de pensar.
En resumen, se trata de hacer lo mismo pero distinto: que las personas sigan yendo a la misma organización cada día, sólo que con una mentalidad distinta.
Los siguientes cinco puntos prácticos de aplicación inmediata ayudarán a lograr que nos sintamos más a gusto en nuestro lugar de trabajo ya que, como sabemos una persona triste o insatisfecha se caracteriza por hacer lo mínimo indispensable para cumplir con sus funciones y esto atenta peligrosamente contra la productividad deseada.
1. Poner fin al síndrome de “reunionitis”.
Las estadísticas señalan que entre el 30% y el 90% del tiempo de la agenda directiva de las compañías se gasta en reuniones y comités -muchas veces- muy poco efectivos.
Parar esta práctica como estrategia de felicidad empresarial consiste en dedicar un tiempo a la planeación; comprometerse a convocar sólo a las personas que verdaderamente tienen la capacidad de decisión o el conocimiento para asesorar la toma de la misma y nada más.
Por otra parte, a nivel personal conviene desarrollar la capacidad de decir “no” a las reuniones en las que honestamente sentimos que no tenemos algo en particular para aportar.
Ésta es una herramienta muy útil de felicidad, en la medida en que despliega consigo un efecto dominó magnífico: “Dejo de perder tiempo en comités inconducentes, termino mis labores pendientes en ese tiempo, salgo más temprano y tengo más tiempo libre para dedicar a otras cosas de interés personal”.
2. Ser optimistas y realistas.
Desde mi punto de vista los libros de autoayuda han distorsionado la importancia de mantener una actitud optimista ante la vida; detrás de esto se esconde un riesgo muy alto: si bien es cierto, las personas positivas suelen sobrellevar las dificultades con más soltura, es igualmente cierto que un optimismo extremo nos expone a negar la realidad evitando que atendamos los problemas cuando aún son pequeños y manejables. Como es fácil de advertir, el positivismo fuera de control puede traer consecuencias realmente negativas a largo plazo.
El realismo como herramienta de felicidad consiste en entender que a pesar de que no podemos escoger muchas de las cosas que nos pasan, siempre estamos en capacidad de elegir nuestra reacción frente a los acontecimientos o, dicho de otro modo, de lo que se trata es de tener presente que siempre podremos elegir “qué pensamos de las cosas que nos pasan”.
Tener esta consigna presente sirve para interrumpir los procesos de victimización (que tanto gustan a nuestro cerebro proclive al drama) y la sensación de asfixia o de creer que no tenemos opciones irá desapareciendo progresivamente.
3. Hacernos mejores preguntas.
Las preguntas crean el marco de nuestra realidad. En efecto, si lo primero que pensamos al despertar es ¿otra vez es lunes?, ¿por qué tengo que ir a la misma oficina de siempre a ver a los mismos de todos los días?, las respuestas a esos interrogantes necesariamente determinarán la emoción negativa con la cual comenzará la jornada.
Ser cuidadosos con las preguntas es igualmente impactante en las reuniones con los equipos de trabajo: si al inicio del comité el líder pregunta ¿qué podemos hacer para dejar de ser los últimos en las estadísticas de productividad de la empresa?, los empleados van a recordar todas las cosas que no les gustan de sí mismos, por consiguiente se van a sentir culpables y como es natural, su proceso creativo se anulará por completo.
La realización de mejores preguntas como herramienta de felicidad nos invita a indagar sobre las cosas que ya hacemos bien y posteriormente las que podemos hacer mejor, no al revés.
4. Gratitud.
La cuestión es la siguiente: “no es la gente feliz la que es agradecida; es la gente agradecida la que es feliz”.
La creencia limitante que hay que erradicar es la de asociar el éxito con la felicidad, ya que equivocadamente tendemos a creer que si lográramos esa meta con la que soñamos tanto, seríamos felices por fin.
En absoluta oposición con este planteamiento, los estudios que fundamentan la psicología positiva demuestran que una persona que se siente miserable con su vida se va a sentir exactamente igual pocas semanas después de alcanzar esa meta que asociaba con felicidad; por lo tanto, la posibilidad más cierta de romper ese círculo vicioso de insatisfacción y frustración parece ser la de adquirir el hábito de agradecer por las cosas buenas que tenemos ahora mismo, a pesar de todas las otras que aún no hemos logrado.
En este caso el hábito es bastante sencillo de desarrollar: cada mañana al despertar piensa en el día anterior y elige cuáles fueron las tres cosas favoritas que hayan sucedido. Esta evocación de cosas agradables -se los garantizo- dará una atmósfera necesariamente más positiva a la cotidianidad.
5. Enfocarse en “ser productivos” y no en “estar ocupados”.
Es común que cuando el ser humano siente que no sabe exactamente cuál es su misión (tanto en el planeta Tierra como en su empresa o al interior de su familia), comience a llenarse compulsivamente de cosas ya sea por justificar su existencia o estar demasiado ocupado como para pensar en lo que no le gusta de su vida.
En cuanto a esta herramienta de felicidad se refiere, la clave está en interiorizar la reflexión de que las personas somos valiosas por quienes somos y no por lo que hacemos; por lo tanto está bien si a veces nos permitimos pasar tiempo sin hacer nada. Bajo ese entendido, los ratos libres no serán una señal de holgazanería sino de una adecuada gestión de la agenda que nos permite ser productivos sin sacrificar la salud en interminables jornadas de trabajo.
Atrévete y evalúa tu situación personal y la de tu empresa, este es un excelente momento para poner de tu parte en cambiar las cosas y tener una mejor calidad de vida.