Por Domingo Delgado Barreiro
La imagen externa no es exclusiva de la apariencia, es un conector entre nuestra potencialidad (interior) y la forma de expresarnos ante el mundo (exterior).
Existen figuras de éxito que se asocian con líderes a los cuales modelamos. En ellos vemos códigos que certifican su carisma, discurso, oratoria, impacto emocional, autoridad, movimiento, indumentaria, comunicación no verbal y apariencia general.
Cuando planteamos llevar nuestra carrera profesional al “siguiente nivel” generamos expectativas sobre cómo debemos ser o actuar para cumplir con el modelo observado. Así creamos una imagen ideal, en ocasiones alejada de la verdadera potencialidad: lo que ahora mismo eres, la imagen real.
Tendemos a “copiar” estos elementos de forma directa, creyendo que vamos hacia el éxito más rápido. Esto ocurre especialmente con la apariencia e indumentaria.
Al construir nuestra imagen externa independientemente de quiénes somos, hay algo esencial que se pierde: la autenticidad como valor de influencia. Vestir potencializa un estilo de comunicación exitoso si tenemos conciencia de cómo afecta a nuestro talento, expresión corporal y el mensaje que queremos comunicar. Esto nos ayudará a estar más presentes en nosotros mismos y generar congruencia.
La persona como un sistema de comunicación
Como profesionales nos centramos en la consecución de objetivos y obtener resultados. Cualquier actividad interna, intelectual o estratégica tiene un impacto en la imagen propia y en la del receptor. Se habla de tres dimensiones: interna (lo consciente e inconsciente), física (alusión al cuerpo), estética (apariencia y estilo).
Un cambio en cualquiera afectará a las demás y a la globalidad de la persona. ¿A cuál prestas más atención?, ¿hay coherencia entre lo que dice tu cuerpo y lo que expresa tu apariencia?
La mente afecta al cuerpo y viceversa
Investigaciones1 sobre Embodied Cognition develan factores que afectan la coherencia entre pensamiento y cuerpo:
• Forma de percibir y comprender: “vemos” a través del cuerpo y pensamos con el físico.
• Gestión emocional: cada emoción nos da información útil sobre el entorno a través de la postura y el movimiento.
• Autoconcepto corporal: nos movemos tal y como somos; tal y como pensamos que somos.
El cuerpo es un recurso para reprogramar nuestras creencias u opiniones sobre las situaciones que nos rodean y con los objetivos profesionales. Existen posturas corporales que delatan nuestra historia emocional. Si modificamos el foco de atención de éstos, proyectamos algo distinto que será percibido como cambio en el inconsciente del otro:
– Hacia adelante: proactividad, competitividad, pero también rabia y superioridad.
– Hacia atrás: observación y perspectiva; también juicio, miedo y racionalidad.
– Hacia arriba: tomar perspectiva.
– Hacia abajo: tristeza, sumisión, “sujeto de la emoción”.
– Expansivo: seguridad, el “aquí estoy”, también la invasión del espacio o cierto narcisismo.
– Concentrado: recogimiento.
El uso de cierta indumentaria hará que nuestro físico reaccione. Por ejemplo, generamos distinto tipo de pensamiento y emociones al vestir a diario de traje y corbata que el “viernes casual”.
Prestando atención a tu corporalidad y estética, observa:
• ¿Qué información te devuelve sobre ti?
• ¿Qué comportamientos físicos y en relación a tu apariencia son eficaces para alcanzar tu propio modelo de éxito?
• ¿Cuándo te sientes más influyente?
• ¿Cómo más honesto o comprometido?
La imagen global es el resultado de la interacción entre autoconcepto, cuerpo y apariencia, un sistema que comunica constantemente quiénes somos y cuáles son nuestros valores.
La imagen no nos la podemos quitar; si quieres ponerla a tu favor e influir auténticamente en tu entorno, prueba a poner conciencia sobre cómo te manifiestas ante el mundo a través de la forma y el impacto que generas a tu alrededor.
1Andrew D. Wilson y Sabrina Golonka School of Social, Psychological and
Communication Sciences,
Metropolitan University, Leeds, UK