Por Redacción TNE
Todos los días tomamos decisiones, pequeñas o grandes; sus consecuencias son inevitables; aprende de ellas.
“No hay que juzgar” son palabras que escuchamos frecuentemente. Pero el caso es que, de manera constante enjuiciamos, por lo menos internamente. Si estamos en alguna reunión muy probablemente nos fijamos en cómo va vestido el otro, en lo que dijo o en cómo se comporta.
Sin importar cuándo y cómo se haga, nuestras decisiones se basan en nuestros juicios. Pero esto no hay que verlo bajo una perspectiva negativa; por el contrario, no es un comportamiento del que haya que esconderse.
Lo que debemos hacer es permitir que la experiencia, y la sabiduría que ésta conlleva nos lleve por buen camino a la hora de decidir, al ser más intuitivos e inteligentes.
¿Qué puedes hacer para ejercitar tu poder decisión?
· Realiza un cuestionamiento profundo: pregúntate si tienes toda la información necesaria o si hay algo que no estás tomando en cuenta. Considera que siempre puede haber algo que está faltando. Tómate el tiempo necesario para pensarlo.
· ¿Qué harían otros en tu lugar?: acércate a personas de confianza, pregúntales cuál es su opinión respecto a un determinado asunto o qué harían ellos al respecto. Hazlo sobre todo si no tienes clara una respuesta; la retroalimentación es valiosa.
· Define si sólo depende de ti: si alguien más lo puede hacer, aprovecha la oportunidad para que esa persona ejercite su juicio; como líder, es algo que debes promover.
· Toma en cuenta el tiempo para decidir o no: las decisiones tienen que tomarse; actuar o no actuar, pero no hay un punto medio. Cualquiera de las dos es en sí una decisión.
· Aprende de la experiencia: de cada toma de decisión, buena o mala, se puede aprender. Sólo a medida que pasa el tiempo se puede mejorar. La clave es tener conciencia de ello.
A medida que transcurren los días y los años, mantén en consideración todas aquellas veces en que tu juicio fue correcto, lo cual ayudará a mejorar tu confianza. Para ejercitar ésta cuando tomes una decisión apégate a ella y, en la medida de lo posible, no permitas que te afecten otros factores.
Practica con las pequeñas cosas: la ropa que escoges para ir a la fiesta, la película que eliges ver el fin de semana, el restaurante al que irás a cenar la próxima vez, etc. Cuando tu elección no sea la correcta, no te castigues; reconócelo y recibe con buenos ojos la retroalimentación.