No se trata de generar sólo ganancias, sino de impactar para inspirar a tus potenciales clientes.
Las empresas que trascienden y que exitosas están motivadas por el deseo de generar un sentido: cambiar el mundo, transformarlo en un lugar mejor para vivir, perpetuar lo bueno, terminar con lo malo o permitir a las personas realizar aquello que no hubieran podido hacer antes.
Otras organizaciones se mueven en el extremo opuesto y establecen su “deseo de éxito” en función de aspectos meramente financieros: “queremos hacer dinero, crecer rápidamente nuestra compañía, ser los más grandes del mercado y los más rentables”. Creen que están jugando para ganar y realmente lo único que están haciendo es actuar para no perdurar. Están cometiendo un grave error, porque lo que la gente quiere saber es cuál es su propósito y cómo van a cambiar el mundo.
El sentido que se quiera dar puede ser de muchas maneras.
Las compañías que trascienden están enfocadas a la innovación logrando aumentar la creatividad y la productividad de los colaboradores y las empresas tecnológicas, simplificar y unificar la tecnología de la información para facilitar la vida de las personas.
Tener un propósito claro y dar significado son las declaraciones que el mundo necesita ahora.
El primer paso en el arte de crear empresas trascendentes es generar sentido. El segundo, es definir una razón de ser, una explicación acerca de por qué o para qué existen. “Unificar y simplificar la tecnología” es un ejemplo.
Por muchos años, compañías apoyadas por firmas consultoras fueron alentadas a establecer una declaración de Misión, misma que por contraste tenía un texto largo y al final no lograba enganchar a los colaboradores. En lugar de esto, si lo que quieren es ser distintas, deben crear un “mantra” que explique y conecte con el motivo de su existencia.
Facebook podría identificarse con “conectar a las personas”, Google con “organizar la información del mundo”, Amazon con “ser la empresa más centrada en el cliente”; eso es lo que demuestra el sentido de cada una.
El tercer paso es irrumpir en el mercado, definiéndose por el buen aprovechamiento de las fortalezas empresariales para apoderarse de éste. No se trata de hacer las cosas quince, veinte o veinticinco por ciento mejor, hay que apuntar a ser 10 veces más superiores y de manera distinta. Es una redefinición y una reinterpretación en un “entorno competitivo diferente”.
No es cuestión de aspirar a “realizar los mejores estudios de mercado” sino a pasar de ser una compañía de inteligencia de mercado a una que “provee información a sus clientes para tomar mejores decisiones y ser competitivos”.
El cuarto y último paso es poner a la empresa en movimiento bajo una planeación y diseño con la intención de crear proyectos extraordinarios.
Lo importante es identificar sus fortalezas con el objetivo de trascender a través de la definición de los siguientes elementos que hacen que una empresa sea de las mejores en su ramo y logre un espacio único en un entorno competitivo:
- Profundidad: generan productos o servicios que no son superficiales, sino que tienen sentido y características únicas.
- Inteligencia: muestran destreza, anticipándose a lo que la gente o el mercado necesita.
- Integral: no se definen solamente por aspectos físicos o por una aislada solución alternativa, sino por ser amplias y completas para cumplir las expectativas de sus clientes. Son un todo.
- Emotividad: generan fuertes sensaciones en su audiencia para que ésta se identifique con ellas.
Las compañías exitosas y diferentes no pierden un minuto en sus debilidades, porque si se dedicaran a trabajar en lo que no hacen bien, no tendrían tiempo de reforzar y potenciar en lo que sí son buenas, que es lo que las hará verdaderamente perdurables.
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